Ley mordaza
Llegue a Oslo esta madrugada no para recibir el premio Nobel de la paz, ese que pedimos para el Evo y se lo dieron a un chino, porque China está de moda según dicen .Yo llegue con la modesta esperanza de conseguir una “changuita” de ayudante de cocina.
Por suerte anoche no me encontré con la anciana amargada del viaje anterior. La respetable dama que a pesar de tener el asiento vacío a su lado no me dejo ubicarme en el mismo y acabe sentado en la puerta del baño, respirando la fragancia de los pasajeros. De nada sirvió que el chofer intercediera en mi causa.
La dama en cuestión no se conmovió y llego casi a amenazar con una denuncia en la ONU por discriminación religiosa y falta de respeto a sus tradiciones. Estamos en el norte de Europa donde las señoritas andan desnudas cuando el termómetro sube a más diez grados, pero las costumbres europeas no eran de incumbencia de la porfiada señora. De indefinible edad y con mirada violenta la mujer me ordeno que buscara otro lugar si quería viajar sentado.
Sin misericordia me bloqueo el acceso al asiento y se desentendió del suscrito. De 60 asientos solo quedaban 3 vacios contando el que ella ocupaba con sus bolsos y abrigos. Parecía haber conquistado el asiento aledaño no para utilizarlo como deposito sino como estrategia militante. Todo tiene su porque y lentamente fueron emergiendo los porques. Sí señor, la conducta social tiene sus causas y razones. No podía ser solo capricho. La cuestión no era viajar más cómoda que el resto de los mortales, sino impedir que un sujeto del sexo opuesto se sentara a su lado y amenazara su femineidad y el peligro mucho más serio de perder el lugar que Ala le tiene destinado en el paraíso a las XX que “se portan bien”.
La cuestión no era la comodidad egoísta sino la inmortalidad de su alma. Esas cosas no las entienden los viajeros sin religión y a primera vista. La anciana no estaba dispuesta a compartir el asiento con un XY que por añadidura no era ni musulmán ni árabe. Tarde en entender que la guerra no era contra mía, sino contra los hombres en general. Su objetivo no era llegar a Oslo sino llegar al paraíso sin pecado y sin escalas.
Anoche la intransigente señora brillaba por su ausencia. Parece que Ala la ha enviado a otros destinos a predicar con sus obras. Bien por Ala.
Que suerte… empezamos bien, encima con dos asientos para mí solo. Se hizo justicia… la ley del equilibrio universal hoy me compenso con dos asientos indiscutidos.
Me sentí casi rico y me dormí.
Me desperté a la entrada de Oslo y rapidito me fui a la empresa a esperar que alguien estuviera con gripe o con dolor de cabeza o en cana o en el velorio de un pariente y me dejara un lugarcito en la cocina de cualquier comedor y así poder meter algunas horitas para pagar la pensión.
Nada.
No hay laburo para hoy, me dice el jefe después de esperar tres horas. Mala suerte.
Mis chances, como casi siempre, son gaseosas e impalpables.
Dependen de que algún ayudante de cocina se levante con el pie izquierdo y no pueda laburar sea por lo que sea… por ejemplo, porque al ordenador le ataco un virus o porque el perro tiene piedras al riñón y hay que llevarlo al veterinario de urgencia.
Nada… no hay ni virus ni cálculos al riñón que me ayuden. Es lunes y todos los que tienen un laburo, lo cuidan… asique a caminar por la ciudad. Muy bonita.
Me tome el tranvía y deje que me trasladara sin rumbo. Cuando me harte de la belleza homogénea, me baje, cruce las vías y me tome el tranvía en dirección contraria. Me baje en la biblioteca nacional y acá estoy leyendo las noticias de garrón. De curioso me meto en el portal del gobierno boliviano y hojeo los periódicos. Desde La Paz a Santa Cruz pasando por Cochabamba. Todos se quejan sin desafinar. Todos los editoriales con la misma música: Abajo la ley mordaza
Y que regula o que prohíbe la ley mordaza? Prohíbe la alabanza del racismo. Atención señores lectores: los indígenas seguirán siendo indígenas pero quedaran prohibidos los sinónimos peyorativos tales como: indio de mierda o indios atrasados. Y no se autorizan avisos clasificados del tipo: “cabeza de indio compro al por mayor”. Yo no creo que leyes como esta sean para poner el grito en el cielo y que la SIP ande corriendo de reunión en reunión, “con la lengua de afuera” de tan agitados que se han puesto sacando comunicados en defensa de la libertad de expresión.
Creo que la libertad de expresión debería defenderse cuando se trate de opiniones y no de insultos.
Por otro lado está claro que si yo escribiera a sueldo de algún periódico boliviano y me ordenaran que escribiera en contra de la ley antirracista entonces me vería en la obligación laboral de atacar, desprestigiar y censurar la ley antirracista que se acaba de promulgar en el país de Evo. Eso aunque yo fuera negro o indio. Claro que sería una contradicción imposible de entender si no fuera porque el sueldo estaría en juego y en ese caso la necesidad adquiere prioridad. Como se sabe la necesidad no obedece a la lógica ni conoce a las leyes. Si el dueño del periódico ordena escribir en contra habrá que hacerlo porque los periodistas igual que el resto de los trabajadores no pueden vivir del aire. Y si los mandan a llorar en grupo en la plaza Murillo allí se reunirán con el apoyo de la SIP y de todas las organizaciones que crean que al racismo hay que defenderlo y protegerlo con unas y dientes.
Pero lo peor es que algunos ciudadanos entusiasmados con el buen teatro y el lloriqueo con moco, terminan creyendo que es una causa justa.
Igual de justa que la de la pasajera que no permitió que me sentara a su lado invocando un derecho inexistente, absurdo e injusto.
De la misma manera que yo lavo platos porque me pagan un jornal, puedo entender que los escribientes a sueldo cumplan ordenes y escriban los que se les ordena.
Hasta podría aceptarles que escriban contra la mayoría de los bolivianos por eso de la “obediencia debida”. Pero no puedo ni entender ni aceptar que se erijan en victimas simplemente porque se penaliza el insulto. Sería lo mismo que los automovilistas se movilizaran porque se regula el transito en beneficio de todos. Hay que deformar totalmente el concepto de derecho para quejarse en nombre del mismo, atacando la legislación antirracista que protege a todos los bolivianos.
Y ahora hay que salir a la calle a esperar el tranvía y a esperar que mañana haya trabajo.
Espero no encontrarme en el tranvía con la señora intransigente, ni con la SIP, pero eso nunca se sabe. Afuera me espera Oslo, que con un solo cambio se transforma en Solo.
Al Evo no le dieron el Nobel pero algo es algo por lo menos la SIP ya lo incluye en los comentarios deportivos.
Jaime
